13 de marzo de 2008

Muerte y Resurrección del Sensei del Amor

Te amo. Eso fue lo que le dijo a Carla, y no es que no la amara de verdad, sólo la amaba igual que a Romina, Andrea, Catalina, Sofía, Constanza, María P., María E., Francisca, Fernanda, Valentina, Rosario, La viuda Velásquez, Javiera, Carolina, Daniela, Carina, Vanesa, Elena, Paulina, Isabel y hasta Óscar (en sus tiempos de heterosexual curioso, no gay) y como todas (contando también a Óscar que era realmente una niña un poco mas velluda y abultada) calló rendida a sus pies. Es por eso que lo llamaban de esa manera: El Sensei, no sólo porque ya era un maestro en las artes del amor, sino porque además de Dios no había otro apodo mejor para él, y como fiel religioso, nunca dejó que insultaran el nombre del divino, pese a que muchas veces pensó que dios no era un apodo que le quedara precisamente grande.

Saliendo del callejón, que todos llamaban “El Dojo” donde tantas conquistas y victorias, tantas medallas y trofeos había ganado El Sensei (que en la vida real se llamaba Zacarías Flores del Campo Santo, nombre que prefería no revelar a nadie) se encontró con un pequeño hombre bastante anciano, que no le llegaba mas allá del pecho y que le dijo: “Según Dios, el amor de verdad está en la fidelidad, no en eso que tienes tu Sensei(Ad Verecundiam) A lo que el Sensei, como fiel religioso y creyente, agarrando el blingbling que le colgaba del cuello bañado en joyas y hecho de oro puro que tenia forma de cruz y un pequeño cristo crucificado con clavos de diamantes respondió: “Te equivocas, mi showa, Dios es amor, pure love, da lo mismo como lo lukees (veas) y yo amo a todas mis pollitas”. Ante lo que el anciano respondió: “Serás castigado Sensei, tenemos que hacer desaparecer a la gente como tu, porque es por ti y tu gente que la sociedad se corrompe (Ad Populum), es por eso que si no cambias, un castigo muy grande caerá sobre ti” Luego, el anciano desapareció (o eso creyó el Sensei que estaba pendiente de las lindas pantuflas de conejito que tenia el viejo y que dejo en la escena para llamar la atención de éste mientras corría a esconderse).

Llegando a su hogar, el Sensei inició su ritual: Prendió las velas, encendió su radio y puso el siempre útil disco de Marco Antonio Solís e inició su entrenamiento: Pesas.

“¡No hay nada mas difícil que vivir sin ti!” cantaba él mientras endurecía sus pectorales. Él era rubio, alto, musculoso, egresado del Verbo Divino de Maitencillo en Checoslovaquia (no es de extrañarse que sólo conozca las palabras carrete, alcohol, pesas y mujeres) y tenía una personalidad envidiable por cualquiera, pero debajo de todo eso había algo, una debilidad: Le gustaban los ponys rosas y las barbies. Desde chico lo habían molestado diciéndole: “Ningún niño al que le gusten las barbies puede ser hombre, por lo tanto, ¡eres una niña!” (ad ignotoriam). Y así fue como se escudo tras esa forma de ser. Zacarías Flores del Campo Santo se escondió y convirtió en el Sensei, hasta este día que pasó algo inesperado.

No pudo dormir pensando en lo que le dijo el viejo, y no era porque realmente le importara, sino porque la imagen por alguna razón mágica y mística no se podía ir de su cabeza y fue así como durmió, sin prever lo que pasó después.

¿Les suena familiar la historia del hombre musculoso que no sabe amar y que se convirtió en mujer para poder entenderlas? Bueno, este no es el caso. Sucedió ese día que Zacarías despertó algo distinto:

El Sensei, antes recio y fornido ahora no era mas que todo lo que tenía dentro ¿Una barbie? No. Un alfeñique, débil y pequeño, un hombre que no tenía mas orgullo que el increíble intelecto que tenía, pero que físicamente, no era mas lindo que el pequeño Adrián (aquél de los dados negros), a diferencia que el no tenía mas que sus huesos, porque carne carecía.

Lo mas increíble fue que el no se percato hasta llegar al Dojo a sus “prácticas” diarias (incluso no se extraño que la ropa le quedara chica). Vale decir que él no era una persona muy perceptiva ni observadora, de hecho, no se percataba de nada que no fueran parachoques ni traseras dignas de El Sensei.

Cuando llegó lo primero fue lo primero: “¿Contraseña?”. “Sin Gorrito no hay fiesta” Dijo él, pero con voz distinta, algo mas avejentada y triste. Le preguntaron quien era y el respondió “El Sensei”. No lo reconocieron. Le negaron la entrada, lo trataron de alfeñique y pequeño: de viejo. Fue ahí cuando Zacarías se percató.

- Déjame entrar, soy El Sensei, tu maestro, el campeón (ad baculum).

Dijo tratando de demostrar que era él, con un poco de seguridad

- No tienes permitido la entrada. Dijeron desde adentro del cuartel general que era sólo una pequeña choza con un letrero que decía: “Aquí goza el Sensei

- ¡Si no me dejas entrar derribaré la puerta! – y la empujó sin lograr nada, solo moretones en todo su brazo. Después de la humillación ante el Dojo decidió retirarse a otro lado y preguntarse que fue lo que pasó. En ese momento fue cuando recordó al viejo y el castigo por su “Mal amor”.

- ¡Pero si yo las amo! ¿O tal vez no? - Pensó. – ¡Sin amor de verdad soy un viejo, o sea, todos los viejos no saben amar! (Post Hoc). Y así fue como Zacarías intentó todo método con tal rejuvenecer para aprender a amar. Entre las pocas cosas que hizo fue: Encerrarse 8 horas en un gimnasio al día, estirarse la cara, aumentarse el trasero con silicona, inyectarse esteroides y lo único que logro, además de ser un viejo mas gordo, porque no se veía para nada musculoso fue una voz de pito que ni el mismo soportaba. Fue así como llegó a una nueva conclusión.

- Tal vez, en vez de muchas mujeres sólo necesito 1.

Y fue así como partió la búsqueda de la única, la sublime, la hermosa, la afrodisiaca, la apolinia, la suprema y la magistral: La mujer que le devolvería el cuerpo al Sensei.

En cuanto la vio supo que era ella. Detrás de ese cuerpo de diosa, esa tes morena y ese pelo rubio recogido, esa forma de vestir tan hermosa y ese estilo y elegancia indudable de la mujer perfecta, si, efectivamente detrás de ella porque estaba delante del quiosco atendido por la mujer que el creía ideal, estaba la elegida. Era pequeña, sumisa, de pelo negro y tes muy blanca, un poquito encorvada y de pelo corto, algunas pequeñas arrugas le cubrían la sien y su voz estridente podía ser escuchada a kilómetros. Pero ¿Porqué ella, si su preferencia siempre habían sido las modelos y las mujeres perfectas? No lo sabía. Quizás era su mente de vejez que lo tenía así. Recordaba los antiguos dichos que decían los ancianos: “Los jóvenes dicen que no vivimos la vida porque sólo amamos a una mujer, pero no les creas, ellos están realmente locos” (ad hominem). Quejabanse ellos que las nuevas sociedades no conocían el amor de verdad y que éste va mas allá del físico y la superficialidad, y por primera vez en su vida Zacarías se sintió enamorado.

Primero pensó que el almuerzo, esa rica chorrillana con cochayuyo le había caído mal al estomago, pues no paraba de revolverse y sentirse enfermo, luego se sintió desfallecer y desmayar y inculpó a las malteadas proteínicas con huevo crudo de la mañana y luego, cuando intentó hablarle a ella, la quiosquera, se sintió morir. Ahí fue cuando comprendió lo que era el amor de verdad.

El resto de la historia no es difícil de predecir, bueno, tal vez sí. Quien pensaría que el anciano nunca volvió a ser joven y moriría segundos después de hablarle por primera vez a la mujer de sus sueños de un infarto al corazón. Sus últimas palabras fueron:

- Disculpe, ¿Cómo te llamas?

- Humberta Anacleta Rozales del Carmen.

- Te amo.

Y murió, pero murió enamorado.
¿No es una romántica historia de amor?

Fin.


Nombre: Francisco J. Maturana S.
Curso: IIIºB

*Ortografía editada.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encantaría empezar el comentario con un jajaja de 20 líneas!
Matuk me maté de la risa al leer tu texto.. lo leí porque pensé que iva a decir alguna conclusión rara q a veces dics pero ni leí la mitad cuando caché que tu texto salió de una tarde ociosa donde en realidad querías puro dar jugo, porque "xutsa" que sí!

Aunque algunas demaciado rescatables en tu texto valen la pena pensar, como esa imagen de "zorro, perro, y modas locas" que todos usamos a veces, la mayoría por webeo pero que queramos o no están en todos nosotros y el otro punto que sí lo vi fuerte, es la superficialidad en las relaciones porque en la mayoría de las veces deja de ser importante si una mina es: simpática, buena pa la taya, acogedora, cariñosa, inteligente, reflexiba, apañadora, sincera y lo que querai, más que una mina rica de dimenciones que no te dejan pensar mas que como sería "ponerle weno", que a mí parecer es lo que hacemos casi todos, quisá por la edad..

Y bueno finalmente las falacias me parecieron buenísimas, más que todo porque eran super divertidas con cosas de q nos reímos y que de verdad son falacias que ocupamos siempre!

Salu2 lexon!

Rodolfo Vivanco (BaguiÑö)

Unknown dijo...

Matuka:
el título es perfecto. es la relación que pusiste entre Zacarías y Dios.
Supiste expresar bien tu humor complejo: se entendía y me reí demasiado :D
Las falacias están bien utilizadas.
Algo que criticar:
te equivocaste varias veces con el "hay"... que es "ahí". A pesar de eso, muy buen trabajo :D

Tomás Marticorena

ValentinaCArrozzi dijo...

¡Maravillosa!

Revisa, por favor, la ortografía y lapuntuación.